Carbón.

Somos cenizas que caminan y duermen.

No hay sentido en el existir si lo comparamos con el todo.

Somos polvo abrazando el polvo mismo; nuestra energía es absoluta.

No hay ser que comprenda a uno solo de nuestra raza.

Mi mundo es una Babel psicológica, y todos sus habitantes queremos verla arder.

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Salir?

Tanto tiempo y no puedo salir.

[…]

Pasan los meses y uno se resigna a no existir; después de tanto tiempo se conoce en verdad la palma de su mano.

[…]

Hay ruido en las paredes; pero me preocupan más los ojos y los oídos, sería un alivio saber que son reales; que hay alguien.

[…]

Está obscuro; antes era más cómodo, como si las paredes se fueran acercando, queriendo triturarme lentamente; no se cuanto más pueda soportarlo, es casi claustrofóbico.

[…]

Aunque no se si quiera salir.

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Sin razón, jamás.

Al nacer; con su primera bocanada de aire, grito ¡Revolución! Él, que no conocía más opresión que la matriz en que se formó; lloraba –No he nacido libre, pero por fuerza de mi ser; llegaré a serlo.- ayunaba pues consideraba ese alimento un cruel intercambio de represión; si lo aceptaba, tendría que obedecer aquella voz que sonaba dulce, pero sabía que hablaba engaños, mentiras que impondrían ideas ajenas a su ser, minarían su ideal.

La madre, preocupada por su vástago, que no comía y lloraba de manera visceral, sin ningún médico que supiera la razón o la cura de aquel desenfreno del recién nacido; y siendo ella quien cargaba el peso día tras día; no encontró mejor solución que ahogar a su hijo.

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Y no.

Que mundo triste, que mundo triste; que ignorancia infernal. Un paso a la vez. Para comprender la vida no tienes que pensar, pensar mata. Te levantas miras a la ventana y ves un río de desesperanza, pero no; tú estas lejos de aquellas cosas, Tú estás lejos de hundirte. Todos aquellos lejos de ti, ajenos a tu piel somos ajenos a la salvación. No.

Y nos preguntamos que se hace, y nos preguntamos cuando llegará el día de la revelación de nuestra vida, y esperamos y esperamos, esperamos como si en verdad confiáramos en que existe y seguros en que llegará.

No hay nada afuera, nada adentro. Es solamente un vacío andante que quizá no sea más que superficial.

Ve, vete de aquí, déjalo todo, déjalo todo por un día, un segundo o una hora y se feliz.

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No hay que dormir.

Hay lugares en los cuales no se debería de imaginar, personas a quienes mis sueños tienen que dejar en paz; hay sombras que dejar de pisar, dejar de dormir en un mundo pasajero y no saber para que se utilizan las manos. Divinizar la inocencia que la ignorancia trae consigo y dejarnos envolver por esto que dejamos de ser a cada momento. Y ver que en la ciudad hay una apatía que se siembra en las entrañas de cada persona que se levanta para vivir un día más aquí o allá donde quiera que exista humanidad esta será inmunda y torpe, temerosa unos de otros, temerosos de darse a conocer bajo la mirada inquisidora que devuelve el espejo, no hay peor juez y jurado que uno mismo; porque los ojos son ciegos y no penetran en la mente, ni descubren secretos ni mentiras que uno mismo sabe de si mismo.

No vayas a convertirte en una mirada opaca que olvide mientras agonizo.

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Bajo la lluvia

Me encanta caminar bajo la lluvia, apropiarme de esa indiferencia que trae consigo cada gota, y que me roba el calor de mi cuerpo; me gusta aun más sudar bajo una pequeña tormenta, como obligando a las gotas de mi cuerpo a unirse con las ajenas; esas que no vienen de ninguna otra persona.

Me gusta mirar el cielo mientras llueve, dejar que las gotas acosen mis ojos, que se cierran contra mi voluntad, olvidarme de lo que soy y adonde voy, olvidarme de las mujeres y los hombres que corren alrededor mío, o se acurrucan debajo de un techo.

Odio que la lluvia de la ciudad sea un tanto pegajosa, que todo aquella neblina tóxica que no me permitía ver un claro horizonte se haya desplomado sobre de mí.

Y aún así salgo, me empapo y tiemblo de frío; que así me siento vivo, así siento que la vida no necesita ningún sentido. Que en verdad no lo tiene y por eso la lluvia me hace ser feliz.

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