A diferencia de la humanidad, yo no soy de este planeta, pero su permanencia, su cáncer de la vida, su gangrena de sociedad, a todo ello soy susceptible cada día más; pero déjame que te enseñe como soñar mi mundo, como hacer que tus ojos reflejen un hábitat ajeno a tu entorno. Abraza esta locura, deja que los aullidos guturales del fondo de tu cabeza te llenen, ven Hermano y Hermana, trae a cuantos necesites para que no te sientas solo, toda la gente necesaria para ayudar a levantarte. Ven llévalos en primera clase, que no sufran nada de lo que los marginados han vivido durante siglos e imperios.
No se lo que pretendes. No importa, nunca importará. Pretender y hacer son cosas muy diferentes que jamás nos servirán para algo, pues no resultan lo esperado nunca estarán a nuestro servicio, y viviremos una mentira de silicio, hierro y oxigeno.
Nunca estaremos conformes; eso la raza humana te promete.
Y es una promesa que me aterra desde el momento en que fue pronunciada como bienvenida a este tu planeta, hace millones de años tantas generaciones que han vivido para tomar palabra de sus ancestros perdidos en el polvo. La velocidad en que se mueve tu planeta me gasta, me despedaza microscópicamente; mientras este se mueve con una meta inocente. Tu aire me mata, muero por compartir la vida a tu lado.
Vamos, lleva tu vida cargando a espaldas, no pierdas ni una sola memoria amada que vas dejando atrás a cada paso que das con tus pies gastados y tus fuerzas ya nulas para levantar la cara y mirar hacia donde te diriges, cual es esa meta que te hace perseguirla. Baila, busca tu cara; que te haga reconocible, deja el cielo atrás porque es tu ancla a la nada y te entristece cuando todo va bien.
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